Un profesor que impartía una clase de ciencias en el laboratorio de un colegio, mostraba a sus alumnos como, realizando un preciso corte de bisturí, ayudar a un gusano de seda a salir de su crisálida. Era una tarea delicada, pues se trataba de no dañar a la frágil mariposa que se encontraba en el interior del capullo. Una vez terminada la experiencia, todos los niños quedaron sorprendidos al comprobar que ninguna de las mariposas liberadas era capaz de volar.
La moraleja es bien sencilla: las mariposas necesitan ejercitar sus alas para estar preparadas para el vuelo. Esta preparación la consiguen gracias al esfuerzo realizado para romper por si mismas el capullo. Si con nuestra mejor intención, hacemos el trabajo por ellas, las privamos de su capacidad para volar, anulamos su proceso evolutivo.
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