Hace muchísimo tiempo, en las tierras del Sur, además de hombres y animales, vivían dos enormes serpientes: Ten-Ten y Cai-Cai.
Ten-Ten habitaba en las montanas más altas de la cordillera y peleaba sólo para defenderse. Cai-Cai, por el comtrario, dormía en el fondo del mar y por todo se enojaba.
Cuando Cai-Cai estaba inquieta, movía su cola y levantaba gigantescas olas que inundaban la tierra y habrían cavernas y habismos.
Cada ano, los mapuches escogían las frutas más jugosas de los árbolesy reservaban las mejores piezas de caza. Entonces, se dirigían a la orilla del mar y allí, el cazique gritaba: " Escuchanos, Cai-Cai! te mandamos este guanaco para que comas.
Si las olas crecían, quería decir que la gigantesca serpiente no estaba satisfecha y había que seguior ofreciéndole comida hasta que se amansara.
En cierta ocasión, el Cacique decidió, ofrecer a la Serpiente una cría de venado a la que Maitú, un pequeno mapuche, tenía especial carino.
Maitú lloró frente al mar hasta que vio que su venadito había nadado como un delfín. Cuando la gente se alejó de la orilla, Maitú ayudo al animal a salir del agua y la escondió en el bosque.
Esa misma noche, los mapuches vieron cómo se encrespaban las olas y olleron a Cai-Cai que gritaba:..."quiero comer venado, quiero venado!
La tierra se estremeció, el mar parecía enloquecido y los hombres desidieron correr para salvarse. Llenaron todas sus vasijas con maíz, las colocaron sobre sus cabezas y, junto con sus animales, se encaminaron cerro arriba, donde vivía Ten-Ten.
Cai-Cai, furiosa, arrasaba las llanuras nadando sobre enormes olas. Los mapuches trepaban lo más rápido que podían por las escarpadas laderas de las montanas, hacia las cumbres.
Si Cai-Cai llegaba a tocarlos con su lengua, los convertía en piedra.
Al fin llegaron a la caverna de Ten-Ten, que estaba profundamente dormida. Acababa de tragarse seis guanacos y, cuando una serpiente tiene la barriga llena, es muy difícil despertarla.
Maitú subió a su lomo y se deslizó por él resbalando hasta que las escamas de Ten-Ten le hicieron cosquillas.
Su risa despertó a la gran serpiente que agradecía la companía del nino. Pero la malvada Cai-Cai pensó que estaban burlándose de ella. Furiosa contra todos, envió al viento, al trueno y al rayo, para que sembraran la destrucción.
Para arrasar la tierra, Cai-Cai hizo subir el agua.
Ten-Ten arqúeó su lomo, empujó hacia arriba el techo de la caverna, y la montana creció. Cai-Cai acumuló más agua. Ten-Ten volvió a arquearse y la montana llegó cerca del sol, donde Cai-Cai y sus destructivos amigos no podían alcanzarla. Desde allí se precipitaron al abismo, donde por miles de anos quedron aturdidos. y así surgieron las islas en medio del mar.
Después de su victoria , Ten-Ten volvió a dormirse, pero casi todo quedó inundado: los hombres y los animales vagaron de cumbre en cumbre, de isla en isla, buscando qué comer. Entonces los mapuches amontonaron todo el maíz que habían traído, lo sembraron y obtuvieron buenas cosechas.
Día a día, el agua descendió y, después de muchas lunas, los indios regresaron a sus llanuras seguidos de sus animales. Entre ellos venía Maitú con su venadito.
Pero aún hoy, cuando una isla surge en el océano, es porque Cai-Cai se remueve en el abismo.
Ten-Ten habitaba en las montanas más altas de la cordillera y peleaba sólo para defenderse. Cai-Cai, por el comtrario, dormía en el fondo del mar y por todo se enojaba.
Cuando Cai-Cai estaba inquieta, movía su cola y levantaba gigantescas olas que inundaban la tierra y habrían cavernas y habismos.
Cada ano, los mapuches escogían las frutas más jugosas de los árbolesy reservaban las mejores piezas de caza. Entonces, se dirigían a la orilla del mar y allí, el cazique gritaba: " Escuchanos, Cai-Cai! te mandamos este guanaco para que comas.
Si las olas crecían, quería decir que la gigantesca serpiente no estaba satisfecha y había que seguior ofreciéndole comida hasta que se amansara.
En cierta ocasión, el Cacique decidió, ofrecer a la Serpiente una cría de venado a la que Maitú, un pequeno mapuche, tenía especial carino.
Maitú lloró frente al mar hasta que vio que su venadito había nadado como un delfín. Cuando la gente se alejó de la orilla, Maitú ayudo al animal a salir del agua y la escondió en el bosque.
Esa misma noche, los mapuches vieron cómo se encrespaban las olas y olleron a Cai-Cai que gritaba:..."quiero comer venado, quiero venado!
La tierra se estremeció, el mar parecía enloquecido y los hombres desidieron correr para salvarse. Llenaron todas sus vasijas con maíz, las colocaron sobre sus cabezas y, junto con sus animales, se encaminaron cerro arriba, donde vivía Ten-Ten.
Cai-Cai, furiosa, arrasaba las llanuras nadando sobre enormes olas. Los mapuches trepaban lo más rápido que podían por las escarpadas laderas de las montanas, hacia las cumbres.
Si Cai-Cai llegaba a tocarlos con su lengua, los convertía en piedra.
Al fin llegaron a la caverna de Ten-Ten, que estaba profundamente dormida. Acababa de tragarse seis guanacos y, cuando una serpiente tiene la barriga llena, es muy difícil despertarla.
Maitú subió a su lomo y se deslizó por él resbalando hasta que las escamas de Ten-Ten le hicieron cosquillas.
Su risa despertó a la gran serpiente que agradecía la companía del nino. Pero la malvada Cai-Cai pensó que estaban burlándose de ella. Furiosa contra todos, envió al viento, al trueno y al rayo, para que sembraran la destrucción.
Para arrasar la tierra, Cai-Cai hizo subir el agua.
Ten-Ten arqúeó su lomo, empujó hacia arriba el techo de la caverna, y la montana creció. Cai-Cai acumuló más agua. Ten-Ten volvió a arquearse y la montana llegó cerca del sol, donde Cai-Cai y sus destructivos amigos no podían alcanzarla. Desde allí se precipitaron al abismo, donde por miles de anos quedron aturdidos. y así surgieron las islas en medio del mar.
Después de su victoria , Ten-Ten volvió a dormirse, pero casi todo quedó inundado: los hombres y los animales vagaron de cumbre en cumbre, de isla en isla, buscando qué comer. Entonces los mapuches amontonaron todo el maíz que habían traído, lo sembraron y obtuvieron buenas cosechas.
Día a día, el agua descendió y, después de muchas lunas, los indios regresaron a sus llanuras seguidos de sus animales. Entre ellos venía Maitú con su venadito.
Pero aún hoy, cuando una isla surge en el océano, es porque Cai-Cai se remueve en el abismo.
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